Cada 25 de noviembre recordamos que la violencia contra las mujeres adopta múltiples formas: física, psicológica, sexual, económica, patrimonial, política y simbólica.
Todas ellas lesionan derechos fundamentales y se sostienen en desigualdades históricas que limitan la participación plena de las mujeres en todos los ámbitos de la vida. Reconocer esta diversidad de violencias es el primer paso para comprender su profundidad y la urgencia de actuar de manera integral.
En este contexto, la autonomía económica se convierte en un pilar esencial para romper ciclos de dependencia y violencia. Sin ingresos propios, sin acceso a oportunidades laborales y sin condiciones para desarrollar proyectos productivos, muchas mujeres enfrentan mayores obstáculos para salir de situaciones de riesgo.
La violencia económica y patrimonial, además, limita su capacidad de decisión, control de recursos y libertad para construir una vida digna y segura.
Por ello, los Programas Sociales del Ministerio de Desarrollo Social cumplen un rol clave en la promoción de la autonomía económica de las mujeres.
A través de transferencias monetarias, capacitaciones, acompañamiento técnico y fortalecimiento de iniciativas productivas familiares y comunitarias, contribuyen a ampliar oportunidades, reducir brechas y generar condiciones para que cada mujer pueda ejercer sus derechos y decidir sobre su propio proyecto de vida.
En este 25 de noviembre, reafirmamos que prevenir la violencia también implica garantizar inclusión, protección social y caminos reales hacia la independencia económica.
